Eurídice Cabañes Judith Membrives i Llorens 12 ene 2024 19:01
Las tecnologías digitales están siendo utilizadas para librar la guerra, perseguir y reprimir a la población palestina y controlar el relato a escala internacional
La tecnología digital está teniendo un importante y peligroso papel en el genocidio del pueblo palestino. A medida que avanza la ocupación israelí y se intensifica el asedio a la población palestina, se va también evidenciando el entramado de tecnologías, empresas y negocios que auspician y facilitan la masacre. Más allá de la tecnología bélica de la que siempre ha alardeado el sionismo, en esta ocasión la tecnología de uso civil también tiene un rol determinante. En este artículo analizamos cómo las tecnologías digitales (especialmente los sistemas de inteligencia artificial) están siendo utilizadas para librar la guerra, perseguir y reprimir a la población palestina y a sus estructuras de apoyo internacionalistas, así como para controlar el relato a escala global.
Una investigación llevada a cabo por la revista israelí +972 y Local Call ha revelado que las fuerzas armadas de Israel utilizan, al menos desde 2021, un sistema de inteligencia artificial llamado Habsora (también conocido como El Evangelio). Este conjunto algorítmico está entrenado y programado para identificar y seleccionar los objetivos de bombardeo. Lo hace mediante un cálculo que le permite inferir el número de personas que viven o circulan alrededor de un mismo edificio y que, probablemente, morirán en caso de ataque. Así, ese cálculo pone a disposición de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) una automatización del genocidio y les permite acelerar de manera significativa la definición de objetivos militares en los Territorios Palestinos Ocupados. Los mismos oficiales, según revelan las fuentes de la investigación, comparan la “productividad” del algoritmo con la de una fábrica. Han pasado de poder concretar 50 objetivos al año a identificar 100 al día, de los cuáles el 50% son atacados. Este hecho ha supuesto también ampliar la campaña de bombardeos a lo que denominan “objetivos poderosos”: residencias privadas, edificios públicos y rascacielos, con el propósito de poner al límite a la población civil y “presionar” al Movimiento de Resistencia Islámica de Palestina, conocido como HAMAS.
Las fuentes de la investigación destacan que se les pide “buscar edificios altos con algún piso o espacio que pueda atribuirse a HAMAS”. Estas mismas fuentes reconocen que esta estrategia les permite tener una “excusa que permite al ejército causar mucha destrucción en Gaza”. De esta manera se derriban rascacielos enteros y se fuerza a las famílias civiles a abandonar sus casas. Con la excusa de eliminar oficinas y espacios operativos de la “Yihad Islámica” (que las fuentes consideran irrelevantes en muchos casos) se lleva a cabo lo que bien puede calificarse como terrorismo de estado, que queda impune ante la mirada de la comunidad internacional. El informe también revela que, como mínimo en un caso, el mando militar israelí aprobó, con pleno conocimiento, el bombardeo de cientos de civiles palestinos en un intento de acabar con un único alto mando militar.
El papel de la inteligencia artificial en toda esta estrategia de delimitación de objetivos amenaza con difuminar la responsabilidad de las decisiones. Según Richard Moyes, investigador de Article 36, cuando a un comandante le entregan una lista de objetivos generados por una computadora mediante un sistema como El Evangelio, “no tienen por qué saber con qué criterios se ha redactado esa lista y tampoco pueden preguntar por los objetivos sugeridos o cuestionarlos”. Otro experto israelí en el uso militar de la IA, que habló con MEE bajo condición de anonimato, dijo que hacer que un humano revise cada objetivo generado por la IA en Gaza es “inviable en absoluto”. Añadió que el algoritmo no explica cómo llega a sus conclusiones, lo que dificulta comprobar la validez del resultado de un ataque. “Sin duda, la IA está dando al ejército una ilusión de precisión matemática y análisis, que es falsa”, dijo. Existe, pues, el peligro de que individuos e instituciones empiecen a depender de estos sistemas y se conviertan en eslabones de un proceso mecanizado sin capacidad de evaluar bien el riesgo de daño a civiles. La fuente de MEE añade que “todos los defectos humanos de los que aprendió el algoritmo son automáticos ahí”. Es decir, toda la injusticia histórica, los datos y los resultados de la ocupación, la colonización y la barbarie a la que está sometida la población palestina desde hace décadas, se codifica para optimizar y mejorar el rendimiento militar, pero también para liberar de responsabilidad (y de disidencia interna) a la actuación del IDF.
Estos sistemas contribuyen a facilitar el anonimato de los actores de la guerra y pueden hacer invisible el origen de la violencia o las decisiones que conducen a ella.
Según el artículo de Bianca Baggiarini, Israel’s Gaza assault is the future of AI-decided war, los límites de un sistema de IA que interactúa con otras tecnologías y con las personas pueden no estar claros, y puede que no haya forma de saber quién o qué ha sido el “autor” de sus resultados, por muy objetivos y racionales que parezcan. Estos sistemas contribuyen a facilitar el anonimato de los actores de la guerra y pueden hacer invisible el origen de la violencia o las decisiones que conducen a ella. Asistimos a una creciente desconexión entre las poblaciones civiles, los cargos militares, los soldados desplegados y las guerras que se libran en nombre de la nación a la que sirven. El uso del sistema de inteligencia artificial 'Habsora' enmascara asesinatos aleatorios con matemáticas, aseguran Durgham y Masarwa del MEE. Pero también dibuja el horizonte del futuro automatizado de los conflictos bélicos en la era de la inteligencia artificial.
Pero la inteligencia artificial no se usa únicamente en el “campo de batalla” sinó que también tiene un rol protagonista en el apartheid al que Israel somete a la población civil de Palestina. Mona Shtaya, investigadora independiente del Middle East Institute, expone en este artículo el papel que la vigilancia masiva tiene en la ocupación israelí, un rol al más puro estilo del Panóptico de Bentham. Identifica el inicio de la hipervigilancia en el año 2000, cuando Israel puso en marcha su centro tecnológico de vigilancia, llamado “Mabat 2000” (“mirada” en hebreo). En junio de 2014, Israel destinó 48,9 millones de NIS (15,26 millones de dólares) a fortalecerlo. Y, desde entonces, la vigilancia digital no ha dejado de aumentar.
Amnistía Internacional examina, en su informe “Automated Apartheid“, cómo las autoridades israelíes utilizan ampliamente la tecnología de reconocimiento facial para respaldar su continua dominación y opresión de la población en los Territorios Palestinos Ocupados. Al amplio repertorio de mecanismos discriminatorios e inhumanos, mediante el que mantienen el sistema de apartheid, las autoridades israelíes han sumado programas informáticos de reconocimiento facial -en particular en los puestos de control- para consolidar las prácticas existentes de actuación policial discriminatoria, así como de segregación y restricción de la libertad de circulación, violando los derechos básicos de la población palestina.
El panóptico israelí se sirve no solo del reconocimiento facial sino también de técnicas de ciberespionaje, seguimiento geolocalizado e intervención de dispositivos.
Así, el conglomerado tecnológico israelí para controlar, vigilar y oprimir a la población se sirve de distintos sistemas. Los soldados disponen de tecnología que somete a la población a una vigilancia permanente y ”transparente“, puesto que no necesitan interactuar con documentación para realizar comprobaciones. El panóptico israelí se sirve no solo del reconocimiento facial sino también de técnicas de ciberespionaje, seguimiento geolocalizado e intervención de dispositivos. Las cámaras que inundan las calles captan las matrículas fijas y en movimiento, lo que facilita la vulneración del derecho a la movilidad de la población palestina dentro de sus propios barrios. En el paso fronterizo de Kerem Shalom se implantan micrófonos (sin el conocimiento ni consentimiento de la persona usuaria final) en todos los dispositivos móviles que se importan a los territorios ocupados, de manera que el IDF cuenta con la capacidad de vigilar todas las conversaciones telefónicas en Cisjordania y la Franja de Gaza. Y bien conocidos son ya los programas espía de vigilancia, que fabrica y exporta a todo el mundo y que primero “testea” usándolos contra defensores de derechos humanos en Palestina.
A todo esto hay que añadir la iniciativa de vigilancia “Lobo Azul”, una aplicación para teléfonos inteligentes alimentada con información personal. La base de datos de esta aplicación se nutre de otra mayor, denominada “Manada de lobos”, que pretende elaborar un perfil de cada residente en Cisjordania. Cada perfil contiene fotografías, historial familiar, educativo y una calificación de seguridad. Israel ordena a sus soldados que introduzcan, en el sistema de seguimiento Lobo Azul de las IDF, fotos y datos de al menos 50 palestinos en el transcurso de cada turno; obviamente, sin ningún consentimiento de los afectados. Aquellos soldados que no alcanzan la cuota son obligados a permanecer de servicio hasta que lo consiguen. Incluso compiten para ver quién puede acosar al mayor número de residentes. La información privada recopilada se utiliza para chantajear a la población palestina, con el fin de que se conviertan en informantes, o para reducir sus derechos y libertades. Todos los espacios de la sociedad civil palestina están continuamente asediados por la innovación en la tecnología de vigilancia.
Todos los sistemas descritos en el apartado anterior necesitan de una infraestructura de gestión y almacenamiento de datos extremadamente potente. La concentración de poder característica del capitalismo de plataformas y servicios de computación hace necesaria la complicidad de las grandes tecnológicas, conocidas como big tech. Especialmente relevantes son, en este caso, las empresas estadounidenses Amazon y Google. Mientras el ejército israelí bombardeaba casas, clínicas y escuelas en Gaza, y amenazaba con expulsar a las familias palestinas de sus hogares en Jerusalén en mayo de 2021, los ejecutivos de Amazon Web Services y Google Cloud firmaban un contrato de 1.220 millones de dólares para proporcionar tecnología en la nube al gobierno y al ejército israelíes con el objetivo de incrementar su capacidad de computación. Esta ampliación de infraestructura mejora la eficiencia del procesamiento de datos, por lo que, tal y cómo alertan desde la campaña No Tech for apartheid, estos contratos contribuyen a que el apartheid israelí sea más eficiente, más violento e incluso más mortífero para los palestinos. La última en añadirse a esta entente de la vigilancia ha sido Starlink, la compañía de servicios de internet mediante satélites propiedad de Elon Musk. Israel ha acordado implementar los servicios de Starlink en Gaza, pero únicamente para sus organismos y con el fin de reforzar sus telecomunicaciones en las fronteras de la Franja.
No obstante, poner en conocimiento de la opinión pública esta información no ha conseguido incentivar una reacción de boicot como la vista en otros casos, tales como grandes cadenas de supermercados o marcas comerciales. Incluso el propio movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones a Israel (BDS), sugiere presionar a estas compañías tecnológicas sin llegar a pedir el boicot, puesto que considera que, para que esto último sea posible, deben existir “alternativas razonables”. La concentración de poder de las big tech que tanto denunciamos desde los movimientos de derechos digitales, convierten a estas empresas en entes supremos e inevitables ante la inexistente soberanía y autonomía digital del resto de países y sus ciudadanías. Sin pudor, estas corporaciones se aprovechan de ello para seguir incrementando su capital económico y, a su vez, ampliar su gran red de infraestructuras. Se erigen, así, como aliadas necesarias e inevitables de quienes hacen la guerra y de quienes están en contra de ella.
Aunque las empresas tecnológicas mencionadas hasta ahora obtienen grandes beneficios de sus negocios con el estado de Israel, no son las únicas favorecidas. Según Apoorva PG, coordinadora del BDS en Ásia-Pacífico, en este artículo para TNI, los profundos vínculos entre Israel y las grandes empresas tecnológicas han permitido un flujo bidireccional de beneficios y complicidades. Por un lado, esto permite a Israel desplegar tecnología de rápida innovación desarrollada por empresas transnacionales, e integrarla en su infraestructura de vigilancia, control y represión de los Territorios Ocupados Palestinos. Por otro, la tecnología israelí desarrollada para controlar al pueblo palestino se pone a disposición de las empresas tecnológicas nacionales e internacionales para que la amplíen y exporten a otros países con fines represivos. La campaña palestina Stop the Wall recoge, en su informe Digital Walls, distintas estadísticas que dan una idea del alcance del negocio existente alrededor de la “innovación israelí”. Destaca el hecho de que más de 300 empresas multinacionales líderes en desarrollo tecnológico han establecido centros de Investigación y Desarrollo (I+D) en Israel, y representan el 50% del gasto en I+D en el estado de Israel. Además, estas corporaciones multinacionales han adquirido cerca de 100 empresas israelíes. Intel, Microsoft, Broadcom, Cisco, IBM y ENC se encuentran entre las empresas que más operaciones de adquisición han llevado a cabo. Por último, cabe destacar que alrededor del 10% de las start-ups tecnológicas del mundo valoradas en más de 1000 millones de dólares (conocidas como “unicornios”) tienen su sede en Israel.
Esta relación simbiótica impulsa la inversión de las grandes tecnológicas en Israel y refuerza el crecimiento de la vigilancia y la tecnología digital militarizada, de la que Israel ha sido pionera. Se trata de un mercado creciente que confirma la dinámica hacia una militarización de todo el espacio digital y de las propias herramientas tecnológicas. Por estos motivos, desde algunos estamentos del propio sector tecnológico, se ha lanzado un llamamiento al boicot a la tecnologia cómplice del genocidio, apelando tanto a trabajadoras como a inversores.
Hasta ahora hemos destacado el entramado existente alrededor de lo que podríamos llamar la “máquina de guerra, apartheid e innovación” israelí. Sin embargo, toda esta red de negocios y poder opera también para manipular y controlar la información que llega a la opinión pública internacional. Por lo tanto, no debería sorprendernos conocer la importancia que tienen estas mismas big tech en la propaganda, desinformación y silenciamiento del pueblo palestino y aquellos que lo apoyan.
En estos documentos se detallan mensajes clave y tácticas de acoso en línea que proporcionan una visión del esfuerzo masivo que realiza Israel para moldear el discurso en línea y silenciar las voces pro-palestinas.
Lee Fang y Jack Poulson, periodistas independientes, analizan en este artículo registros de chats y videollamadas obtenidas gracias a fuentes del gobierno israelí. En estos documentos se detallan mensajes clave y tácticas de acoso en línea que proporcionan una visión del esfuerzo masivo que realiza Israel para moldear el discurso en línea y silenciar las voces pro-palestinas. En este sentido, portavoces del IDF incluso participan en chats y encuentros de fondos de inversión (en los que comparten espacio con altos directivos de empresas e inversores de Silicon Valley), para explicar cómo los estadounidenses que apoyan a Israel pueden colaborar con grupos de presión y relaciones públicas. Uno de estos fondos, formado por inversores de ideología muy cercana al sionismo y con gran poder de influencia en el sector, es J-Ventures. En una presentación ofrecida el 22 de noviembre por Adam Fisher, director en Israel de Bessemer Venture Partners, explicó al público, en su gran mayoría directivos del sector tecnológico, cómo “ridiculiza” eficazmente a voces influyentes pro-palestinas en Twitter/X, entre ellas la de la congresista palestino-estadounidense Rashida Tlaib y la del inversor de capital riesgo Paul Graham. El espacio digital ha sido un foco de activismo pro-israelí desde el inicio de la actual operación militar. Se trata de una estrategia deliberada que se sirve, también, de la monetización y el modelo de negocio de las redes sociales, es decir, de la publicidad. Los primeros quince días de respuesta militar al atentado de HAMAS, el Ministerio de Asuntos Exteriores israelí publicó hasta 75 anuncios diferentes en línea, y gastó millones de dólares en la compra de espacios en plataformas como YouTube y Twitter/X. El ministerio, que gestiona varias cuentas muy activas en estas redes, también se ha dirigido directamente a los aliados estadounidenses para orientar el activismo pro-israelí en las plataformas sociales, señalando y acosando a celebridades que han manifestado su apoyo a la resistencia palestina.
Esas instrucciones parecen haber sido seguidas de forma diligente por Meta y todos sus productos (Facebook, Instagram, Messenger). Human Rights Watch (HRW) analizó más de mil casos de censura en línea en más de 60 países, identificando seis patrones comunes: eliminación de contenidos, suspensión o eliminación de cuentas, imposibilidad de participar en contenidos, imposibilidad de seguir o etiquetar cuentas, restricción del uso de funciones como Instagram y Facebook Live, y bloqueos. Según HRW, la eliminación de expresiones pacíficas de apoyo a la población palestina es el resultado de “políticas de Meta defectuosas y de su aplicación incoherente y errónea, así como de la excesiva dependencia de herramientas automatizadas para moderar el contenido y la influencia indebida del gobierno en la eliminación de los mismos”. Ante esta situación surge la campaña Stop silencing Palestine, que pide a Meta que revise sus prácticas y políticas de moderación de contenidos y ponga fin a la censura sistemática de las voces palestinas.
Pero la influencia de la propaganda israelí va más allá de las grandes plataformas, y se extiende también a los sistemas de recomendación de contenidos que usan la inmensa mayoría de medios de comunicación digitales. Las dos empresas más importantes de este mercado, Outbrain y Taboola, radicadas en Israel, han manifestado también su apoyo a la masacre en Gaza. Medios de comunicación de todo el espectro político utilizan sus sistemas en nuestro país, tal y como destapa esta investigación de El Salto. El estado sionista ha lanzado una verdadera cruzada digital contra la libertad de expresión de la población palestina, que incluye a cualquiera que ose mostrar en público su solidaridad con ella.
No queríamos terminar este análisis sin mencionar el comportamiento de las inteligencias artificiales generativas, las grandes protagonistas de las noticias tecnológicas en 2023. Por ejemplo, en este artículo de The Guardian, se detalla cómo la IA generativa de WhatsApp muestra a niños armados cuando se le pregunta por “Palestina” y, sin embargo, con la instrucción “niño israelí” genera dibujos animados de niños jugando al fútbol y leyendo. En respuesta a “ejército israelí”, la IA crea dibujos de soldados sonriendo y rezando, sin armas de por medio. Estas respuestas dicen más sobre las empresas que las poseen que sobre las propias tecnologías.
También ChatGPT responde de maneras diferentes cuando se le pregunta por el derecho a la libertad de israelíes y palestinos. Como podemos ver en el artículo de Bruno Rodrigues en Medium, la IA conversacional de OpenAI responde inmediatamente “Sí, como cualquier otro pueblo, los ciudadanos israelíes tienen el derecho fundamental a la libertad” cuando se le pregunta por ello. Sin embargo, al referirse a la libertad de los palestinos, en la primera frase ya se objeta que “es un tema complejo”, y “de intenso debate” que incluye “divergencia de opiniones sobre cómo debe aplicarse el derecho a la autodeterminación palestina”.
Desde la selección y bombardeo de objetivos a la propaganda y la desinformación, hemos visto cómo la tecnología está redefiniendo la forma de hacer la guerra. Permite y habilita un genocidio con control quirúrgico de la población y de la opinión pública. Todo ello con la complicidad y el apoyo de las grandes compañías tecnológicas, que además salen económicamente beneficiadas al ofrecer sus servicios y pleitesía a un estado opresor. En este contexto no sólo está en peligro el pueblo palestino, sino que está en juego el futuro de los derechos de las sociedades civiles en todo el mundo. Al permitir este tipo de prácticas estamos marcando un peligroso y macabro precedente sobre el papel que las empresas de tecnología digital pueden tener en el control, opresión y represión de la sociedad civil.
La eliminación de la separación entre lo civil y lo militar convierte a las Big Tech en empresas de fabricación de armas de guerra y, por lo tanto, nos transforma a nosotras, usuarias, en soldados cómplices o potenciales objetivos, sin tan siquiera darnos cuenta.
Aunque las guerras siempre han tenido un fuerte componente tecnológico y la innovación militar ha marcado el desarrollo de nuevas tecnologías, el escenario actual diluye cada vez más la separación entre la tecnología de uso civil y la de uso militar. De repente, tecnología que usamos habitualmente se utiliza para matar, segregar o espiar a la población (como en el caso de los teléfonos móviles que llevamos en el bolsillo, o los sistemas de IA que entrenamos a diario sin darnos cuenta). La eliminación de la separación entre lo civil y lo militar convierte a las Big Tech en empresas de fabricación de armas de guerra y, por lo tanto, nos transforma a nosotras, usuarias, en soldados cómplices o potenciales objetivos, sin tan siquiera darnos cuenta. Así pues, cuestionarnos la complicidad con un estado genocida pasa por cuestionarnos también nuestro papel de usuarias de ciertos servicios tecnológicos. Organizarnos para seguir exigiendo el alto el fuego, así como para señalar el entramado de servicios digitales que facilitan el exterminio del pueblo palestino, es urgente y prioritario, también desde los movimientos tecnopolíticos y de defensa de los derechos digitales.
Este artículo ha sido posible gracias al trabajo colaborativo de una comunidad de personas interesadas en la tecnopolítica y el poder.
Atenea cyborg es un espacio de Tecnopolitica.net (red asociada al IN3 de la UOC) dedicado a explorar los conflictos y las contradicciones de nuestro tiempo, un tiempo marcado por la tecnopolítica y la tecnociencia. Es un lugar desde el que destejer la urdimbre de la ciencia, la tecnología y la sociedad contemporáneas para imaginar otros mundos y vidas posibles. Por un giro retrofuturista, aquí la vieja Atenea no es ya diosa sino cyborg y no es una sino muchas; ya no está sola, pero sigue en pie de guerra.
https://www.elsaltodiario.com/atenea_cyborg/evangelio-segun-google-rol-tecnologias-big-tech-genocidio-palestino
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