Nicolás Catalán
5 ago 2024 07:00
No todo es lo que parece en las redes sociales. Esta idea solo la tenemos en cuenta cuando observamos las lujosas vidas y los viajes alrededor del mundo de los Influencers, pero también debemos aplicarla en todo momento.
En los calurosos días de verano, la vida se resume en llegar a casa después del trabajo y no hacer nada hasta el atardecer, teniendo la suerte de contar con un trabajo de horario de oficina como es mi caso. Uno de mis pasatiempos es entretenerme mirando las redes sociales. Entre incontables deslizamientos de mi dedo sobre la pantalla, me apareció el vídeo de una persona que llevo años siguiendo y de la cual guardo “buenos recuerdos” de mi adolescencia, cuando miraba su contenido junto a mis amigos. En el vídeo comentaba que lo estaba pasando mal por la inmensa cantidad de impuestos que le cobran hasta el punto de decidir dejar su casa y emigrar a otro país para alejarse de esa injusticia que estaba sufriendo. “Empaticé con él”.
En mi podcast favorito realizan entrevistas muy interesantes a diversas personalidades de todo el mundo y el hecho de conocer diferentes puntos de vista me enriquece como persona. En uno de esos capítulos hablaban de la problemática con los MENAS, la inmigración ilegal y de la delincuencia que existe a su alrededor. Esa misma tarde fui a comprar al supermercado y de camino pude ver a un par de chavales marroquíes escuchando música con un altavoz. Automáticamente pensé en el capítulo que acababa de escuchar y “me afirmé” en que realmente sí existe un problema descontrolado con este tipo de gente. Yo llegué a España hace dos décadas, pero antes la inmigración venía a trabajar.
Antes de dormirme suelo revisar la red social X, la antigua Twitter, y hace un par de días un hilo llamó mi atención: una chica le prepara comida a su pareja y enseña, a través de vídeos, todo el proceso. La polémica es que hay gente tildando a esta chica de sumisa y esclava, incluso, atacándola con malas palabras, siendo ella totalmente “libre” de hacer lo que quiera. Suerte que hay algunas cuentas que la defienden. No me parece nada mal que una persona tenga hobbies y qué mejor, si con este puede contentar a su pareja, porqué detrás de todo esto no hay nada más, ¿no?
Y es así, como estas ideas que no eran del todo mías han crecieron en mi interior convirtiéndome en una persona clasista, racista, machista y misógina. El influencer con el que empatizo, quiere destruir el bienestar social generado con los impuestos, yendo totalmente contra la población en general, pero yo lo apoyo porque me considero cercano a él y a su clase social. En mi podcast favorito donde entrevistan personas con ideología de extrema derecha se señala a la inmigración ilegal y a los MENAS o, mejor dicho, los menores extranjeros no acompañados como culpables de la delincuencia en el país, teniendo en cuenta que yo también estuve en situación irregular, pero esto no me afecta porque yo soy un inmigrante trabajador. La chica que le cocina a su novio por supuesto es libre de hacer lo que quiera, aunque su mensaje haga apología y nostalgia a las mujeres florero e incubadora no me preocupa porque es la novia perfecta.
No está mal pasar tiempo en las redes sociales buscando entretenimiento para evadirse, el problema está en las peligrosas ideas que se transmiten entre líneas
Las redes sociales son vistas como una fuente de entretenimiento, un espacio “seguro” donde perder las horas, un “silencio” entre tanto ruido social. La falta de visión crítica ha propiciado la ingesta con embudo de dogmas y falacias. La encuesta realizada por el Centro de Estudios de Opinión (CEO) en Cataluña este año es el ejemplo perfecto de la distorsión de la realidad que generan las redes sociales: el 48% de los encuestados cree que hay demasiados inmigrantes. La media de inmigración en España es del 18 % y en Cataluña del 16,5%. Otro ejemplo de distorsión generada por las redes es el “descontrol” de las denuncias falsas por violencia de género. Según los datos proporcionados por la Fiscalía General del Estado, las denuncias presentadas en 2019 alcanzaron la cifra de 168.057 y solo 7 de estas fueron falsas, el 0,004%. Y si un año parece poco, desde el año 2009 al 2019 el porcentaje de denuncias falsas alcanzó la friolera cifra de 0,0069 %. Un problema puramente imaginario que pone a los hombres de manera forzada en el rol de víctima.
El capital no ha tenido mejor oportunidad que la que tiene actualmente de mantener a la clase obrera confusa, adorando al enemigo y señalándose entre sí. Las posibilidades de organización de la clase obrera son muy bajas. A pesar del bastión del PSOE y su “socialdemocracia” contra la extrema derecha, los niveles de pobreza y la desigualdad social continúan aumentando. No está mal pasar tiempo en las redes sociales buscando entretenimiento para evadirse, el problema está en las peligrosas ideas que se transmiten entre líneas. Lamentablemente, debemos estar alerta y ser críticos para saber detectarlas y no caer en el juego y, si ya hay ideas en nuestra mente, no tener miedo al cuestionarnos. El primer paso hacia el cambio empieza en nosotros mismos.
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